Lunes 25 de noviembre de 2024

Un equipo no puede relajarse nunca, no importa si gana 2-0 o 3-0 un global, porque en un abrir y cerrar de ojos un campeonato se te escurre entre los dedos. Por eso perdió Tigres Femenil, entró a jugar sobrado un segundo tiempo que no estaba definido. Y no lo mató cuando debió hacerlo.

Se veía campeón, se sentía de esa manera y el entorno también. Todo el estadio imaginaba una nueva consagración felina, por el resultado y el desarrollo. El penal de Jacqueline Ovalle fue determinante.

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Sí, justamente su mejor jugadora, la que más goles convirtió en Finales, la que siempre aparece, la que casi nunca falla. Esta vez sí lo hizo y le costó la séptima copa.

El análisis no pasará por ese penal, sino por la actitud que mostró el equipo en el comienzo del complemento. Salió a jugarlo como si fuera un trámite y Rayadas como una Final.

Los cambios también hicieron lo suyo, sacó temprano a Jenni Hermoso (no incidió) y aceptó el hecho de defender con cinco defensoras. Cometió errores infantiles, como las que pifió en el empate.

El mal sabor de boca tiene que ver con la chance de terminarlo y festejar una vez más en patio ajeno. Ovalle muchas veces fue heroína y le tocó ser la villana, pero la derrota fue un cúmulo de equivocaciones que no se pueden permitir en una Final.