01 - marzo - 2019
Llegamos a la mitad del torneo. Ese ombligo decisivo donde las curvas ascendentes y descendentes pueden definir muchas cosas: algunos equipos meten el acelerador para entrar a los puestos de Liguilla y otros tantos bajan su nivel hasta quedarse sin Fiesta Grande.
Echando un vistazo a la tabla general, la contienda luce “desangelada” por la ausencia de todos los llamados grandes. Sólo Chivas está en el pelotón de los ocho mejores equipos y el América que, a falta de un partido, está en octavo.
Pumas, que sigue ganando en confianza con Bruno Marioni, y Cruz Azul, que está más preocupado por lo que dicen los medios de comunicación que por los errores y el trabajo propio, son de los que buscan escalar posiciones con urgencia para no quedar fuera de la Fiesta ni ser víctimas de la presión mediática.
Si bien las televisoras están ávidas de transmitir en la Liguilla a los equipos que dan más rating, la realidad es que no siempre se podrá lograr. Está muy arraigada la idea de que los equipos de “tradición” en el fútbol mexicano deben ser los protagonistas del mismo porque, además, en el camino dan de qué hablar.
Es sano que los clubes de menor reflector que están haciendo bien las cosas pongan la muestra desde los puestos altos. Es el caso del sorprendente León, Santos, Pachuca y Xolos.
En un futbol como el mexicano, donde cualquiera puede ser campeón y no hay uno o dos claros contendientes al título en cada temporada como en otras Ligas del mundo, mientras haya buen juego, ¿qué importa el color de las playeras?