Un goleador sin hinchada
Viernes 05 de enero de 2024
Rogelio Funes Mori decidió ponerle fin a su vínculo con Rayados y se va a Pumas, club al que eligió entre otras opciones, incluso de rango internacional, que fríamente analizó para comenzar a despedirse de su carrera.
Pronto a cumplir 33 años, Funes Mori siente que a Rayados no le puede dar más de lo que le ha dado, y que no fue poca cosa.
En 17 torneos dejó su sello de goleador histórico del club con 160 anotaciones. Cualquier delantero con semejante caudal de goles se convertiría, mínimo, en indiscutido, ídolo y protegido de la afición, pero no ha sido su caso.
Funes Mori se va siendo resistido por una parte de la tribuna que aún le cuestiona su poco carisma y el poco feeling que ha tenido para con quienes le dieron el espaldarazo cuando no era nadie, cuando llegó con Mohamed siendo un desconocido y que cuando comenzó a desquitar la inversión con productivas actuaciones, no supo ganarse un lugar entre los figurones del club, incluso, ni con sus goles.
Últimamente, daba la sensación de que ya no era feliz en Rayados. Tampoco la gente sentía que el equipo lo necesitara.
Una extraña sensación que no se compara, por ejemplo, con el ocaso de Humberto Suazo, el goleador más mimado que haya pasado por la institución. El chileno entendió mucho mejor la película con los hinchas, pese a su caracter y desplantes, y dio en el clavo. Los goles de Suazo daban vida; los de Funes Mori sonaban huecos. La diferencia siempre estuvo en los intérpretes.
Porque el hecho de ser el goleador histórico de Rayados no lo faculta a Funes Mori para sentirse querido. No ha pasado desapercibido, pero quizás le duela al goleador no quedar marcado en una ovación. Se va por la puerta grande, sí, pero sin la condecoración popular. de los grandes futbolistas.
Quizás sea injusto para él que sus 160 goles solo sean una estadística para el grueso de los aficionados y no una marca registrada que valore y subraye su enorme capacidad de fuego en cientos de porterías. Para muchos será recordado por lo que fue en números, pero no por lo que hizo como jugador, una rara contradicción porque nunca tuvo hinchada. No existió ese click, ni siquiera para despedirse: se fue en silencio, con el deber cumplido, pero con un corazón sin caricias.